Libre por un día.
El título es un poco tramposo, que es muy posible que en otras circunstancias hubiera seguido fiel a gastarme días de vacaciones en viernes sueltos de julio (es un día lo que me he cogido), pero algo de eso hay, pues desde función pública este año nos mandaron la instrucción de que teníamos que gastar al menos el 75% de las vacaciones del año antes del 6 de septiembre, lo que unido a que no podemos dejar la oficina vacía, obligaba a hacer unos cambalaches terribles y coger días por coger. Afortunadamente, nos han dejado prorrogar hasta el 30 de septiembre, que sigue siendo una putada (yos soy más de coger en octubre y noviembre) pero menos. Así, al menos, los días que tuve que poner muertos de risa en junio (y que ya me habría gastado) los tendré en septiembre, para descansar de un verano que, sin jornadas, será muy soso.
Lo que me pasa ahora es que al ser el primer día que me cojo libre desde que volvimos del confinamiento estoy con el chip del teletrabajo, todo el momento en tensión, esperando a que suene el teléfono. Pero no, puedo dedicarme tranquilamente a hacer nada por un día, que siempre viene bien.
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