Los jugadores celebran la victoria.
Llevaba bastante sin escribir sobre baloncesto, pues generalmente solo me suele apetecer hacerlo cuando gana mi equipo, y llevaba unos cuántos partidos en los que no daba en la tecla. Nada de lo que preocuparse, pues las 11 victorias que suelen ser necesarias para salvarse llevaban desde marzo en el zurrón, pero siempre es mejor volver de Miribilla con una sonrisa.
El rival de hoy era un coco: un complicado Valencia que, desoyendo los consejos de su propia camiseta, ha prescindido de la cultura del esfuerzo y ha intentado ganar el partido jugando solo 8 minutos. Empezó el partido bien, con las primeras rentas para los locales, que en el segundo cuarto han estado al borde de los 20 puntos, con un Damien Inglis espectacular.
Pero cuidado, que Dubljevic y compañía tienen mucho baloncesto en las manos y han salido en tromba después del descanso, pasándonos a rodillo y llegando a empatar el partido. Del 46-31 al 55-55.
Mucho miedo y toda la pinta de repetirse la historia del partido de ida. Pero afortunadamente Valencia nunca ha llegado a franquear la barrera psicológica de ponerse un punto por encima, y sencillamente ha decidido que ya estaba bien por hoy, que si ganaban bien, y que si no, a otra cosa. Y el final del partido ha estado emocionante (no hasta el último segundo, pero sí hasta bien cerca del partido), pero cuando un equipo se toma el partido en serio y el otro no, pues pasa lo que pasa. Y hoy la victoria se ha vuelto a quedar en Bilbao.
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