Noto un vacío en el cuello.
Tras un viaje de 13 horas ya estoy en casa, con la sonrisa que deja haber pasado un fin de semana tan idílico como acostumbran a ser las Tierra de Nadie, ese pequeño oasis de felicidad y desconexión del mundo real que por nada en el mundo querría perderme.
El viaje de ida, muy parecido al del año pasado, fue la combinación de autobús (donde aproveché para terminar de escribir alguna de las partidas que llevaba) hasta Madrid y ahí encontrarme con el amigo Javier, en cuyo coche hacíamos el trayecto hacia Mollina.
Esto es el miércoles y las jornadas empiezan el jueves, pero la idea es no pegarse la pechada el mismo día, así que la cosa es pernoctar, como de costumbre, en el Saydo, en lo que hace tiempo se convirtió en una extensión de las jornadas. A muchos efectos, las TdN empiezan el miércoles. Incluyendo la visita al Pepe John´s.
Entre miércoles noche y jueves mañana se va sucediendo el ritual de saludar a gente, y es increíble la ilusión que puede hacer encontrarte con gente con la que a lo mejor has coincidido 4 veces en toda tu vida y solo ves una vez al año, pero al asociarlas a un evento tan maravilloso, todo se rodea con un aura de buen rollo.
Nos saltamos las jornadas en sí y vamos a hoy, que a las 9 de la mañana tocaba coger el coche hasta Madrid, donde yo tenía que estar a las 16:05 para coger el tren, concretamente en Chamartín.
Durante el viaje vengo alternando las siestas con el visionado de capítulos de Gotham, y aunque es relativamente cómodo es largo (5 horas y pico), lo que hace que sea terriblemente aburrido, y la puntilla a eso la ponen los 15 minutos de espera en Abando para coger el Cercanías. En total 13 horas de viaje para volver desde el Ceulaj. Pero merece la pena, vaya si lo merece.
Me ahorraré mi panegírico a estas jornadas y la explicación de lo que suponen para mí, pues cualquiera que me conozca un poco ya lo sabe.
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