Y cuando acabe la clase de pociones, me tengo que poner a aprender a hacer albaranes.
El título es por una parte un chiste horrible y por otra, sobre todo, un homenaje al mismo chiste horrible que perpetré hace 12 años cuando entré a trabajar al Gobierno Vasco en Vitoria (¡qué lejos queda ya aquello!). Y es que, claro, entrar a trabajar a un sitio nuevo implica tener que aprender todo desde cero. ¿Todo? Por suerte no. Por un lado mucho del trabajo que se hace aquí (registro) es lo suficientemente parecido al que ya hacía en mi anterior puesto como para aprenderlo fácil, y para el tema de atención al público, aunque es sobre materias bien distintas, tengo el bagaje que me ha dado tanto tiempo con el mostrador de la RGI. Por tanto, es esa curiosa sensación de ser novato, pero no novato del todo.
La complicación, y contra esto no hay experiencia que te prepare, era el tema de los permisos informáticos, que hasta hoy no me los han dado, así que había infinidad de tareas que no podía hacer, aunque parece que eso ya me lo han solucionado hoy. De este modo, espero que mi periodo de adaptación sea breve y pueda empezar cuanto antes a ser un elemento funcional y productivo en la oficina.
Otra cosa a la que me tengo que hacer, pues es muy distinto al que tenía, es el horario, que aunque en teoría es peor que el que tenía (tres tardes a la semana) y en la práctica más rígido (pues va vinculado al horario de atención al público), me permite generar con facilidad excesos horarios que me permitirán no tener que comer casi a las 4 de la tarde, así como un horario de verano más amplio. Así que de momento bien.
En cuanto a mi "otro trabajo", ahí he seguido otro rato por la tarde, dale que te pego con el papel pintado.
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