Hasta ahí hemos ido.
Hoy he quedado con los compañeros de trabajo de Zabalburu para hacer una de nuestras tradicionales salidas para andar. Esta vez la ruta era Arrankudiaga-Zollo, pasando cerca del cinturón de hierro de Bilbao, para llegar hasta el embalse.
Al salir de trabajar, y tras la rápida ingesta de un bocadillo, hemos quedado en Abando, donde hemos cogido el tren hacia Arrankudiaga. Los primeros pasos, por un camino de cuestas pronunciadas, pero buena señalización, se hacían duros pero fáciles. Hasta que una encrucijada parecía querer llevarnos al monte Goikogane, nos hemos desviado y... error.
Media hora de andar después, no teníamos ni idea de dónde estábamos, pero sí podíamos ver nuestro destino... al otro lado del valle. Así que venga, baja una cuesta horrible, sube un tramo, sigue bajando y llega hasta no teníamos ni idea de dónde, y sin cobertura. Andar un poco nos ha llevado hacia un camino, donde un amable ciclista nos ha indicado que realmente no estábamos muy lejos, y nos ha dicho por dónde ir: un camino con una pendiente muy horrible (si algún lector pasa por ahí y ve un pulmón abandonado, que me lo traiga, es mío), y finalmente hemos llegado al barrio de Ustara, muy cerquita de nuestro destino. ¡Y con una fuente!
De ahí ha sido un paseíto breve por fin hemos encontrado nuestro destino: el embalse.
Para la vuelta, bajar el camino era más llevadero, y hemos acabado en el polígono de Bakiola, donde queríamos coger ya el tren de vuelta. Pero ignorar, o no entender muy bien las explicaciones de los lugareños, nos han hecho acabar en mitad de vaya usted a saber dónde, para finalmente, bajando unas escaleras horrendas, hemos acabado en el puente que nos llevaba al apeadero de Renfe y por tanto a casa.
Caótico y agotador, pero divertido.
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