Shorta: palabra de origen árabe que se usa para referirse a la policía.
Algo huele a podrido en Dinamarca cuando dos agentes de policía tienen que ir a patrullar a un barrio marginal de la ciudad cuando el país se encuentra prácticamente en pie de guerra después de que un joven de origen extranjero esté en coma por causa, al parecer, de la brutalidad policial. Lo que comenzó como una patrulla rutinaria se convertirá en una lucha por la supervivencia, y una auténtica catarsis a varios niveles, para ambos policías.
Shorta es un thriller bastante intenso, que traslada bien la sensación de constante hostilidad, aunque a veces abusa de algunas casualidades, necesarias para que la historia salga adelante, como por ejemplo la trama de la hermana de Amos. Pero lo interesante, además de la atmósfera, es su trasfondo y sus lecturas. Además de mostrar, desde un punto de vista nada maniqueo los conflictos raciales y el racismo institucionalizado, plantea conceptos muy ineresantes, como que cualquiera puede llegar a cagarla en un momento dado y cometer un error con graves consecuencias si se dan las circustancias adecuadas, o sobre todo cuando explica que si te hacen creer que eres algo, lo terminas siendo. Y esto funciona en los dos sentidos; si te hacen creer que eres un delincuente tienes todas las papeletas para acabarlo siendo, y si te hacen creer que eres un matón violento, no será raro que termines recurriendo a la violencia.
Me gustó también que los personajes tienen una evolución, y cómo al principio vemos la historia desde los ojos de un tal vez más idealista Jens, y poco a poco vamos empatizando (que no necesariamente simpatizando) con ese Mike que parece escapado de un hilo de Forocoches.
De hecho, eso es con lo que me quedo, que los personajes son muy humanos y, como tales, hacen cosas de humanos.
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