Avanza noviembre y el final del año va asomando su hocico. Pero lo que ha terminado también es el fin de semana y, como de costumbre, procedo a comentar.
El viernes toca, como es habitual, gimnasio y por la noche un paseo, que entre una cosa y otra termina añadiendo 25000 pasos a la pulsera (igual que los tuve el jueves). Para cerrar, a la lonja por la noche, para probar un juego que no me acuerdo cómo se llamaba, pero era de hacer fábricas de chocolate y donde me birlan la victoria de las narices en el último turno.
Sábado por la mañana no hay gimnasio, pero sí paseo, pues me voy a la otra punta de Bilbao, en busca de un manual de 2084, para regalar al amigo Sappia, que cumplía años. Por la tarde quedo con el amigo Solid, para comer y echar un mano a mano de Marvel Champions: Venom y Rocket contra Rhino, con un balance de una derrota (por tontos y no leer bien las cartas) y una victoria.
Terminadas las partidas, acudimos al citado cumpleaños, que consistía en una Escape Room ambientada en Alien (la decoración muy chula, la verdad) y cena en el Koala. De ahí, a tomar una al Casco Viejo y vuelvo a casa con otros 25000 pasos en la pulsera (ha sido un fin de semana muy andarín).
El domingo me levanto pronto y después de limpiar la nevera, en la que se había formado una capa de hielo de varios centímetros de grosor, aprovecho para ir al gimnasio, antes de subir a Miribilla a ver la sufrida victoria (80-76) contra Obradoiro, en un partido que empezó peor que mal (12-23 íbamos en el minuto 11) pero que tuvo un final feliz para nosotros.
Para comer doy buena cuenta del rico estofado que el amable Jokin del pasado había dejado en el congelador para mí, me echo una siesta y voy a la lonja, a por una nueva entrega de Pendrago, con una batalla tan victoriosa como el baloncesto, pero bastante menos sufrida, la verdad.
Luego un paseo largo hasta casa, en compañía de la suave lluvia y un podcast y a casa, con el cuarto día consecutivo que supero los 25000 pasos.
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