La temperatura animaba a ello.
Hoy ha sido una de esas ocasiones en las que un plan en apariencia rutinario puede ser muy especial. En realidad nada especialmente distinto a algo que hemos hecho muchas veces mi señora y yo: comer después del trabajo, meternos en un autobús hacia Castro, dejar las cosas en casa y meternos en la playa, para darnos el primer chapuzón del año, para luego volver, tras pillar sitio in extremis en el autobús.
Por sí solo no parece nada del otro mundo, pero tiene su aquel, porque hoy ha sido la primera vez en casi un año que he salido de la Comunidad Autónoma. Lo más parecido que he hecho a un viaje en mucho tiempo, vaya.
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