¿De verdad esa es la mejor foto que fueron capaces de poner del protagonista?
La carátula ya nos está diciendo a gritos "adaptación de novela infantil, a lo Roald Dahl", y de hecho así es, pues lleva a la pantalla la novela de Tom Holt (si bien o mal no lo puedo decir, que no he tenido el gusto de leerla), y así nos trae una película que se queda un poco en el terreno de lo mediocre, un poco pan sin sal que deambula a veces de forma un tanto chapucera en lo narrativo, con momentos valle en los que no pasa nada interesante y un desenlace que resulta un tanto atropellado en su afán de sorprender. A ver, horrible del todo tampoco es, y puede servir como mero pasarratos. Aunque a lo mejor es que esperaba tan poco de ella que el nivel de exigencia era el que era.
El cartel nos puede evocar también reminiscencias a Dr. Who, y posiblemente esto no sea casual, y es verdad que podemos encontrar espacios comunes entre la película y dicha serie, pero también los podemos encontrar con la saga de Harry Potter, de la que bien podría esta haber sido un spinoff, o algún relato de Philip K. Dick.
La cosa va de un joven que tras una serie de casualidades acaba trabajando en una empresa londinense muy misteriosa y llena de literalmente magia, donde le asignan una compañera mentalista y una tarea aparentemente anodina, pero pronto descubrirá que su labor en realidad es encontrar una puerta (sí, una puerta mágica), que se convierte en sábana, de modo que te la puedes llevar a cuestas y además te conduce a cualquier parte del mundo (es becario, y le pagan poco, pero con lo que se ahorra en transporte público, le sale a cuenta). No será difícil deducir que esa puerta tendrá un importante peso en la trama y en la historia de goblins, almas y mundos extraños que nos contará, aunque la verdad es que sin demasiada gracia.
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