Fraser, catapultado hacia el Oscar.
En esta película hecha para el lucimiento de Brendan Fraser, en el que probablemente sea el papel dramático de su vida (aunque yo siempre lo recordaré como el carismático Rick O´Conell de La momia), se nos cuenta la historia de Charlie, un profesor de universidad divorciado y afectado por una obesidad mórbida, que no sale de casa para nada, y se relaciona con muy poca gente, ya que provoca, y es consciente de ello, repulsión en los demás, y su círculo prácticamente se reduce a su amiga y cuidadora Liz, aunque en la película obviamente aparecen más personajes, todos ellos con sus traumas y sus taras (aquí destaco para bien la labor de Sadie Sink, haciendo de hija).
Para ser de Aronofsky es una película relativamente poco perturbadora, sin que ello le impida recrearse en alguna escena en primeros planos de Charlie comiendo compulsivamente, algunas de ellas de forma casi suicida, pero no está entre sus películas más malrollistas (sin que por ello deje de serlo), y el final es abierto, y con un puntito místico, pero sin llegar a ser una absoluta marcianada.
Una buena película, con un soberbio y achuchable Brendan Fraser, pero tampoco como para echar cohetes.
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