En realidad no tiene nada que ver con Ocho apellidos vascos.
Da un poco de rabia el insulto a la inteligencia que supone que imiten título y estética de otra película con la que no guarda absolutamente ninguna relación para ver si así rasca en taquilla, y tampoco le hace ninguna justicia el trailer, que destila ranciedad y vergüenza ajena por los cuatro costados. Sin embargo, una vez vista la película, lo cierto es que no está tan mal. No deja de ser la típica comedia romántica de choque cultural, con todos los estereotipos y clichés de comedia romántica de choque cultural, una de esas películas que no llevas ni 15 minutos viendo y sabes cómo va a terminar. Pero valorada en su justa medida, funciona.
Dos richachonas, rancias y derechosas, se van a Marruecos a cumplir la última voluntad del marido de uno y padre de la otra, y se les pega el ex-novio de una de ellas, un cayetano de la vida, cortado por el mismo molde. No llegan al nivel de parodia pero casi, y eso generará todo tipo de situaciones rocambolescas, algunas bochornosas, y la cosa cambia cuando aparece Hamida, un personaje con el que tienen una relación que no sospechan (nada que no se intuya en cuanto aparece en pantalla, eso sí), y que se unirá a su loca aventura.
En una película que va de menos a más, el cutrerío se va disipando a medida que avanza (no digo que desaparezca, ojo, digo que se diluye) y nos da una película funcional, con sus momentos divertidos (con alguno reconozco que me reí) y un final buenrollista, muy del género. Totalmente irreal y sin sentido, pero eso a fin de cuentas, es propio del género.
Sin ser gran cosa, al menos consigue ser mucho mejor de lo que parecía que iba a se
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