¡Y sin niños!
Uno de los motivos por los que de niño esperaba con mucha ilusión la llegada de la Navidad era la tradicional visita al PIN (Parque Infantil de Navidad), el parque de atracciones que se instalaba en la feria de muestras de Bilbao y al que iba generalmente acompañado por mi sufrida madre.
La infancia y la adolescencia quedaron atrás y ya dejé de ir a la feria de muestras, y tampoco había ido al nuevo emplazamiento del PIN, que ya no es en Bilbao sino en el BEC de Barakaldo. Sí lo había visto desde fuera alguna vez que había ido al baloncesto o puede que algún examen de oposiciones, pero entrar, lo que se dice entrar no.
Pero hay un día en el que el PIN abre por la noche y es para adultos, y cuando surgió la idea me pareció que podría ser muy divertido, así que ahí fuimos. La verdad es que no había muchas atracciones y lógicamente era muchísimo más pequeño que en mis recuerdos, pero lo bueno es que tampoco había demasiada gente, por lo que las colas, salvo en un par de atracciones, eran llevaderas.
Así pues, nos dio para aprovechar bastante y montamos en el Dragón (un tren de la bruja sin bruja, que solo daba vueltas) las camas elásticas, donde una mala caída casi me deja sin pie (no fue nada grave, pero me sigue doliendo), el Saltamontes, la Olla, la típica casa de pasillos movedizos y chorradas varias y por último el Super, uno de estos que giran a toda velocidad y te dejan completamente boca abajo.
Ahí me subí.
Como cierre, un rato en la verbena, que era tan deliciosamente hortera que se convertía en entrañable y muy divertida, y cuando cerraron, en la medida que mi lastimado pie me lo permitía, me fui arrastrando a casa. Un plan para repetir, pero a ver si a la próxima se nos une más gente, que la gracia de esto está en hacerlo en manada.
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