En la soledad, con la única compañía de la muerte y un fiel perro.
Hay videojuegos que son verdaderas obras de arte, y estamos ante uno de ellos. Ambientado en la primera guerra mundial, Valiant Hearts cuenta cuatro historias que se entrecruzan, de gente que trata de salir adelante y sobrevivir a los horrores de la guerra, con amores perdidos, familias separadas y un perrete.
Los personajes son Karl, un ciudadano alemán residente en Francia que es movilizado por su país al empezar la guerra y le separan de su familia; Emile, su suegro, un hombre enviado al frente y de facto el protagonista del juego; Freddie, un voluntario americano, de triste pasado, que lucha con el ejército francés y Anna, una estudiante belga de enfermería que busca a su padre, un científico reclutado a la fuerza por los alemanes. Y se les une Walt, un perro alemán que seguirá fielmente a Emile después de ser rescatado y adoptado por este.
Con un estilo gráfico bastante simpático y simple, muy de dibujo animado y una mecánica sencilla, pues tiene elementos ligeros de arcade y muchos de aventura gráfica, pero muy facilitos, Valiant Hearts es un juego que sobre todo pretende transmitir emociones, con unos personajes de los que uno se encariña, y por medio de los cuáles habla del miedo, de la amistad, de la desesperación, de la lealtad, de la muerte, del heroísmo de la gente normal en situaciones extremas, y de pequeños elementos positivos que iluminan una atmósfera sombría y depresiva, propia del conflicto en el que se desarrolla. Atmósfera que en ocasiones recuerda a esa gran pieza del cine bélico que es Senderos de Gloria.
Valiant Hearts es una joyita, aderezada además con unos cuántos datos curiosos sobre la llamada Gran Guerra, pero que corre el riesgo de provocar un serio efecto llorera, ya que el final, del que no voy a dar detalles, es como un sopapo emocional, pero que no podría ser más adecuado, puesto que sirve para recordar lo que fue ese hecho histórico y lo que supuso. Un juego, como decía, que busca transmitir emociones. Y lo hace muy bien, ya que habrá momentos en los que hace que sea fácil sonreír, y otras en cambio... cabrones.
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