A falta de foto de las jornadas pongo esta.
Hace un rato, escasa media hora, he llegado a casa tras el viaje en dos tiempos que he ha traído desde Mollina. Como me daría para una entrada demasiado larga, y además uno viene cansado, hago lo habitual, que es la crónica saltándome el evento.
Es decir, que nos transportamos al miércoles, a las 17:00, que es cuando empieza el periplo. Esta vez el medio de transporte elegido es el tren, y el viaje es cómodo pero largo, con gente a la que querría matar por su manía de hablar por teléfono para todo el vagón, como si aquello fuera el vagón de su casa. Ganas me dan de emular a Indiana Jones cuando lanza al nazi desde el zeppelin... Aprovecho para leer y para ver "Requiem por un sueño".
Llegado a Madrid cojo el metro hacia la casa de mis anfitriones, donde hago noche, cenando algo por el camino, y una vez allí, de charla y puesta al día hasta la hora de dormir, pero sin alargarlo demasiado, que otro viaje esperaba al día siguiente.
Es jueves y nos vamos a Atocha, donde quedamos con otro miembro de la exposición, monsieur Charro, y cogemos el AVE, dirección Antequera. Ahí me encuentro con gente habitual de las jornadas, lo que ameniza mucho el viaje.
Llegados a Antequera, nuestro contacto nos lleva a Mollina, y como las jornadas no empiezan hasta las 4, vamos a comer. Pero un poco a la carrera, que tengo una actividad a las 16:30, de modo que como, voy al CEULAJ, me acredito y empiezo las jornadas.
-Fundido en blanco-
Domingo por la tarde. Acaba la ceremonia de clausura, despedidas, abrazos, el triste ritual y a la estación de Antequera. Otro AVE a Madrid, y al llegar aprovecho para quedar con el malvado Mikelats, para tomar algo. Regreso a casa (no la mía, que pillaba un poco lejos de Madrid) y en el metro creo que coincido con Nacho Fresneda (el actor que interpreta a Alonso de Entrerríos).
Lunes por la mañana. Yo estoy de vacaciones, pero mis amigos no, de modo que les acompaño a las oficinas de su empresa, donde además conozco unos cuántos empleados, a los que aprovecho para saludar (de ahí es la foto, que sin más, ha dado para chistes), y ahí paso la mañana tranquilamente en un hueco que me dejan para poner el ordenador y pasar la mañana.
A una hora no muy tardía vamos a comer, y tras la despedida me apresuro al cercanías, rumbo a Chamartín, para coger el tren de vuelta. Dado que voy con bastante antelación me toca esperar un rato y otro rato, éste más largo, dentro del tren, en las 5 horas y pico que tarda en llegar a Bilbao. Afortunadamente es en preferente, lo que lo hace aún más cómodo que el de ida.
Mañana hablaré de las jornadas que, como siempre, ofrecen una maravillosa manera de desconectar, de divertirse, de vivir mil vidas y de ver mucha gente. Sobre todo de convivir, compartir tiempo y vivencias con amigos, y con otros que durante esos días también lo son, algunos de los cuáles algún día puede que llegue a serlo. Y es que el encanto de las jornadas es precisamente poder conocer a mucha gente interesante.
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