Como un niño con zapatos nuevos.
Hay una cosa que odio y es ir a comprar ropa o calzado. Sería feliz si la vida real fuera como en los videojuegos, donde das un botón, te desaparece el dinero de la cuenta y te aparece ya la ropa, perfectamente ajustada a tu talla. Pero no es así, y si añadimos que dado mi tamaño me cuesta encontrar cosas de mi talla, esta actividad suele ser un suplicio.
Hoy iba, resignado, a comprar zapatillas. Preparado para el rito habitual, de cantar mi talla y de entre lo que hay elegir lo que menos me disguste. Pero hoy se ha hecho realidad una de mis fantasías: justo a la entrada, en el expositor, había unas de liquidación, de mi gusto y de mi talla. De la misma me las he probado y me las he comprado. Total tiempo dedicado, menos de cinco minutos.
Una chorrada, lo sé, pero hay que saber ilusionarse con las pequeñas alegrías de la vida, y más cuando es algo tan infrecuente.
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