El título de la entrada no es en alusión a la silla, que era normalita, sino que es como se llamaba el show de Marcos Arizmendi al que acudí ayer, cortesía de mi señora madre. Un divertido monólogo de cien minutos de un humorista que no conocía de nada, pero que sin ser sobresaliente (ahora, como imitador era la hostia) nos entretuvo y nos hizo reír.
Sí es verdad que a veces tenía ramalazos algo rancios, muy del estilo de humor de hace 20 años, y que como es normal, hay referencias que cuando no se pillan no terminan de hacer gracia (que eso no es culpa del humorista). Sí era culpa suya que a veces era un tanto repetitivo con algunas cosas, pero también tuvo sus momentos de genialidad.
Entre el público estaba también, y lo menciono porque tuvo su relevancia, un tal Luitingo, que debe de ser algún cantante famoso (me sonaba cero) y que además de eso deduje que su padre era amigo Arizmendi, y por eso lo sacó al escenario a cantar ambos juntos, y metió en su monólogo algunas coñas con lo que después del show me enteré de que era el título de su nuevo disco.
No es el mejor show de humor que he visto en mi vida, pero tampoco iba con esa intención, y la verdad es que nos sirvió para pasar un rato bien entretenido y reírnos, que es lo que se le pedía.
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