Por fin lo dejamos vacío.
Ya estoy en casa, después del que sin duda es el día más duro de las jornadas Omicron; el desmontaje. Desde que me he levantado (a las 11, que ayer hubo jarana) hasta prácticamente las 20:00 no he parado, pues son muchas las cosas que hay que hacer, como plegar y guardar mesas y sillas, embalar juegos, dejarlo todo más o menos limpio (lo de la foto, aunque con ayuda, lo he barrido yo), y luego en Bilbao volver a dejar las cosas en su sitio.
Una labor agotadora, pero si sirve para que la gente disfrute de las jornadas, tanto como yo disfruto otras, bienvenido sea. Además, han sido unas jornadas atípicas, porque entre la falta de tiempo para organizar y la práctica que habíamos perdido, esperábamos que iban a ser un poco desastrosas, pero a pesar de no ser ideales han acabado resultando unas Omicron bastante dignas. Mañana, si me veo con ganas, me explayo un poco más.
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