Jugadores de La mediación.
El viernes, a falta de opciones con Blablacar, acabé cogiendo el autobús, y aunque el Supra ya no es tan cómodo como solía ser, sigue siendo una buena opción, y se me pasa el viaje hasta Madrid voldando. Allí comemos, esperamos a una amiga y en coche a San Rafael.
Instalarnos, saludar a la gente y a la cena. Luego una hora para caracterizarse, repasar los personajes, una rápida ceremonia de apertura y a jugar. Toca La mediación, inspirada en la obra de teatro 7 años y un día (que es la versión teatral de la película 7 años, la cual a su vez yo trasladé a rol en vivo, con el título 7 años y un día). Una tensa discusión sobre quién va a la cárcel, que por culpa de egos y odios acaba siendo infructosa y pringamos todos.
Luego un poco de cancaneo, y meter mano a la botella de ron que habíamos comprado, para acabarme acostando a las 5 de la mañana, lo que hizo que no me levantara hasta las 13 del día siguiente.
Un poco de tertulia cinéfila, comida (este año, por cierto, mucho mejor que la del año pasado, lo que no era difícil) y llega la partida de la tarde, Mirlo Blanco, un ejercicio de costumbrismo, donde tengo que lidiar con problemas muy mundanos y puñeteros (en la ficción). Pero la ventaja del rol en vivo es que, por una parte esos problemas se quedan en la partida cuando la terminas, y por otro que la mecánica de la partida permitía generar un epílogo bonito, que dejara mejor sabor de boca.
Por la noche tocaba la distópica Afterlife, que podría catalogar como "vivo de infiltración", pues parte importante de la trama era escenificar una peligrosa fuga, logrando transmitir perfectamente esas sensaciones.
Ya para terminar, más cancaneo, hasta las 6:30 de la mañana. Por gusto me habría quedado más, pero quería ser persona hoy. Y bien que hice, pues a las 13:00 estábamos ya en el coche, camino a Vitoria, donde he cogido el autobús a Bilbao, y a las 19:00 o así estaba ya en casa.
Como digo siempre que vuelvo de jornadas: cansado pero feliz.
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