Lo que pasa en Islandia, se queda en Islandia.
Año 1945. Un avión de la Luftwafe se estampa contra un glaciar irlandés. Varias décadas después, y por arte del deshielo, unos excursionistas se encuentran con el avión, pero también con unos malos muy chungos que matan sin dar explicaciones a casi todos, menos a uno, que como es el hermano de la protagonista, tienen que dejar que se escape. Y la protagonista lo es porque su hermano le mandó fotos del avión, así que los malos se dedican a darle caza, siguiendo todos y cada uno de los clichés del género, lo que incluye ir dejando un innecesario reguero de cadáveres por el camino.
En su huida, la protagonista va a parar a donde el estudioso buenorro (spoiler: se acaban liando), que la acompañará en su loca búsqueda del glaciar donde está presumiblemente su hermano, y por el camino nos van dando pinceladas de qué es ese avión y por qué es tan importante. También se juntarán con el equivalente islandés del redneck de la escopeta, que les ayudará a liberar al hermano de la protagonista, al que sin saber muy bien por qué, los malos han capturado y se dedican a torturar porque patata.
La película sigue el esquema propio de novela de Dan Brown (que, aunque no sea de Dan Brown, luego descubrí que estaba basada en un supuesto best seller) y nos lleva a un final donde lo efectista se antepone a lo práctico y el resultado circula entre lo genérico y lo relativamente entretenido, para un producto de sobremesa completamente olvidable.
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