Así siento mis piernas.
El crossfit del jueves se cobró ayer su factura (y hoy sigue), con unas tremendas agujetas en el cuádriceps, que hacen que sentarme y levantarme sea un suplicio. No tanto andar, que una vez consigo ponerme en marcha (tras cinco minutos patrocinados por el Ministerio de Andares Ridículos de los Monthy Python), ni tan mal. Pero lo que es intentar flexionar la rodilla es el peor de los dolores, y cosas tan rutinarias como sentarme en una silla o ir al baño se convierten en una tortura.
Me sigo sin creer que haya gente que hace eso por gusto.
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