Esto era el calentamiento.
Una amiga, muy aficionada al crossfit (sí, hay gente que hace esto por gusto) me propuso en su día probar, cantándome las excelencias de este deporte (su argumento, que es lo a gusto que te quedas cuando terminas, debe de ser el mismo que utilicen los chupadores de enchufes y cables pelados), y como insistía, le regalé por su cumpleaños un vale, por el que me comprometía a probar una clase. Y hoy ha sido el día.
Todo tiene su público, pero esto para mí no es. Soy consciente de que es saludable, pero lo que es divertido... yo le sigo sin ver la gracia a hacer sentadillas, pegar saltos y hacer malabares con pianos. Pero de todo hay que probar en la vida, y si con esto hago feliz a alguien, yo encantado. En ese sentido, no me arrepiento de nada (mañana, cuando las agujetas digan "hola", ya tal).
La clase en sí, ha constado de remo (el único ejercicio en el que era capaz de seguir el ritmo de la clase), burpees (que me las he saltado, ya que con mi tamaño hago una y ya estoy para el arrastre) Worldball (creo que se llamaba así, lo de tirar la pelota gorda hacia arriba y cogerla), kettleback (hacer monerías con ese artificio que parece una tetera) y abdominales, pero como nunca había hecho crossfit, ese rato me dejaban descansar, ya que era un minuto de cada cosa, con constantes repeticiones, así hasta media hora.
Solo diré que no habíamos terminado el calentamiento y ya estaba empapado en sudor, y que el ejercicio más duro ha sido subir las escaleras que conducían a la ducha. Si sabéis de algún donante de cuádriceps me decís, que creo que voy a necesitar un transplante.
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