Cuarta entrega de la franquicia de tipos duros megamusculados matando a troche y moche, en lo que es un acto de gamberrismo autocomplaciente pero divertido. Una fiesta donde el exceso y la fantasmada campan por sus anchas, y donde la testosterona y las balas riegan una trama tan previsible como eficaz, al servicio del cachondeo.
Y eso es esta cuarta entrega de la troupé de Stallone y Statham (aquí más protagonista, siendo una película menos coral que las anteriores), que se enfrentan a malos muy malos y arrancan la historia con un suceso dramático que marca el tono de la película (¡Los expendables tienen sentimiendos, chúpate esa Pixar!), si bien nunca renuncia al jolgorio mamarracho que caracteriza la saga.
Contento, pues me da lo que esperaba ver.
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