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En abril de 2001, la selección de fútbol del microestado Samoa Americana (50.000 habitantes aproxdimadamente) hacía historia al llevarse 31 goles en contra en un partido contra Australia, siendo esta la mayor paliza de la historia del fútbol internacional. Samoa Americana estuvo muchísimos años como selección con el peor coeficiente FIFA, hasta que llegó el neerlandés Thomas Rongen al cargo de seleccionador, y entonces cambió todo.
La película nos narra precisamente la llegada de Rongen a la isla, y aunque nos cuenta una historia real, se amolda bastante bien a la típica película de equipo de perdedores que con tesón y esfuerzo, consiguen hacerse grandes, así como el choque cultural y personal, de un entrenador que no quiere estar ahí y odia a sus jugadores, pero acaba siendo uno más de la familia. Todo muy formuláico, sin duda, pero funciona, ya que la película deja claro qué es lo que nos va a ofrecer y cumple, dejando que salgamos del cine con una sonrisa en los labios y nos emocionemos en las escenas del partido clave.
Me chirría un poco el personaje del cura, interpretado por el propio director Taika Waititi, pero afortunadamente no sale tanto como para llegar a lastrar.
En esencia, una película que va a tiro fijo, tiene claro lo que tiene que hacer y sin inventar, ni pretender inventar nada nuevo, funciona correctamente.
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