Creí, erroneamente, que esto iba a ser una gilicomedia.
Sevilla, 1977. Franco ha muerto, pero la Ley de Peligrosidad Social sigue plenamente vigente, unida a unos prejuicios y tabúes, que si aún a día de hoy siguen existiendo, imaginemos hace 46 años, cuando surgieron los primeros movimientos en España de lo que hoy es día el orgullo y el primer desfile como tal*.
*el primero fue en Barcelona un año antes, tal como nos lo cuenta la película, pero nos entendemos.
En ese contexto tenemos a Miguel, un chico homosexual de 17 años, que no se atreve a salir del armario y a Reme, una mujer razonablemente progresista (dentro de los baremos de la época) pero víctima de sus prejuicios, y con la necesidad de proteger a su hijo de algo que no sabe ni lo que es.
La película nos cuenta la historia no solo de Miguel, de su salida del armario, de cómo conoce a otras personas que reivindican la libertad LGTB, de los problemas que eso le supone con la ley y las autoridades... sino que también nos muestra el punto de vista de Reme, la historia de su deconstrucción, su lucha contra los prejuicios y el amor hacia su hijo, siendo este uno de los arcos clave de la película, ya que se muestra todo de forma muy orgánica. Adoro a esa Reme, que es un personaje complejo, creíble y muy humano, que ni cae en el tópico caricaturesco de madre homófoba sin matices, ni se va al extremo de madre tolerante chupiguay que lo acepta todo a la primera, sino que tiene sus grises y sus claroscuros, guarnecidos por la soberbia interpretación de Ana Wagener, quien por esta película se merece cuando menos una nominación al Goya.
Pero no solo es el personaje de Reme el que brilla, sino que los personajes secundarios también lucen (es fácil cuando cuentas en el reparto con perlas como Alba Flores o Manuel Morón), y la propia historia, dándonos escenas muy tensas pero muy humanas, con un final que logra emocionar.
Muy recomendable.
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